domingo, 1 de abril de 2012

Comunicadores de puerta en puerta

Escribo esta nota en mi blog motivado por la necesidad que tengo de manifestar mi opinión sobre la desalentadora situación de los comunicadores sociales (dedicados a la locución) hoy en día en mi país, pero particularmente en mi ciudad (Maracaibo).
La radio es un medio que encierra mucha magia y quienes trabajamos en ella en teoría deberíamos realizar esfuerzos creativos y de producción para llevar al oyente contenidos de calidad sea cual sea el género que se aborde, en vista de que sólo contamos con uno de los sentidos (el oído) para captar su interés. Sin embargo, es precisamente el aspecto creativo el que ha decaído más en los últimos tiempos, donde un gran porcentaje de los locutores se sientan a "googlear" improvisadamente con poca o ninguna cantidad de material preparado o preproducido y a leer mensajes de texto en su mayoría chabacanos. Uno va cambiando de estación a estación y se percata de que casi todos hablan de lo mismo y que son pocos los que rompen esquemas y se esfuerzan por ofrecer programas realmente atractivos.
Pero la verdad no los culpo, dado que el arreglo económico con las estaciones, bien sea el de pagar un espacio o el de las ganancias a porcentaje dividido, nos obliga a alejarnos de nuestra esencia como profesionales de la comunicación y nos lleva a convertirnos el vendedores "de puerta en puerta", cualidad que al menos han debido tratar de enseñarnos en la universidad.
En una reciente conversación con el profesor y coordinador del curso para locutores de La Universidad del Zulia, Héctor Escalante, me comentaba que cuando él se inició en la radio, hace más de 40 años, los locutores contaban con un sueldo pagado por la estación y que si captaban anunciantes para sus espacios, era un ingreso adicional a sus honorarios.
Pienso que este es el sistema idóneo para el funcionamiento de una emisora, que exista un departamento encargado para comercializar los espacios, abocados al éxito económico de la empresa, y que el talento y experiencia de cada locutor combinado con la calidad de los programas sean los que determinen su valor en el mercado; la calle es como una jungla donde sólo un puñado de locutores/buenos vendedores se abren paso como la especie depredadora más fuerte y logran que sus espacios se mantengan al aire por largo tiempo, permitiéndoles incluso vivir de este oficio.
Ese "puñado" del que hago mención, no debe llegar a un 20% del total de los locutores que laboran en el medio, mientras que el otro 80%, lucha por mantenerse a flote.
Cabe reflexionar y preguntarnos, cómo y por qué cambiaron las reglas del juego, lo que sí es cierto es que la mayoría de los dueños de las estaciones no son comunicadores sociales de profesión, sino comerciantes de raza que buscar sacarle el máximo rédito a su empresa con la menor inversión posible.
Con este panorama, valdría la pena replantearse el rol del locutor como comunicador social y no como vendedor de calle, y me atrevería a afirmar que es muy necesario conformar un gremio que nos represente y defienda nuestros intereses y preserve la mística de nuestro oficio.